Esta muestra de correspondencias parte de dos ideas fundamentales: lo íntimo y el país. Resulta quizás contradictorio leer esas dos palabras juntas y seguidas, cuando parece que apuntan a lugares distantes de la existencia. Lo íntimo: lo de adentro. El país: lo de afuera. El país en el que no soy un individuo solo, si no que somos, en plural, en colectivo. Somos una masa y aquí, diría, una masa sufriente. Una masa en permanente contingencia. Partíamos de la cercanía e inmediatez de lo íntimo para, desde ese cristal, observar el afuera, observar el devenir de esa cosa informe y misteriosa que llamamos país. Pero luego surge una idea, una imagen, que junta estos conceptos que parecen tan opuestos y distantes: en lo íntimo de cada uno de nosotros, en esa fracción humana que somos, está el país palpitando, supurando. Como en cada una de las partes está el todo, así, en cada historia, en cada una de estas correspondencias hay un pequeño y microscópico fragmento de este país roto, que habitamos y seguimos llevando a cuestas.